(contra)memorias, por mario rabey


más de cuarenta años de construcción cultural de la Civilización, contra una Civilización que destruye y se destruye


contracultura es la reacción de las culturas

Otras historias

32. Enseñando antropología en la Universidad Nacional de Jujuy

31. Investigación y Desarrollo de Tecnología Apropiada


El CONICET me había aprobado -para mi incorporación a su Carrera del Investigador Científico y Tecnológico-, un proyecto denominado PIDTA, o Proyecto de Investigación y Desarrollo de Tecnología Apropiada (Merlino y Rabey 1982).

En ese Proyecto, relacionado con el que dirigía entonces Amílcar Herrera en la Universidad de Naciones Unidas, nos proponíamos rescatar tecnologías tradicionales del campesinado indígena andino, combinándolas con tecnologías occidentales, a través de un proceso de experimentos locales, destinados a generar nuevas tecnologías apropiadas y a contrastar hipótesis de antropología social básica. Nuestra innovativa concepción de la antropología aplicada, no solamente divergía así profundamente de la visión desarrollista establecida por George Foster, sino que -difieriendo parcialmente del planteo de Georges Bastide- se proponía también como un camino para la producción teórica.

Obviamente, el planteo epistemológivo del Proyecto no fue comprendido por el medio académico argentino. En el CONICET, tuve que dedicarme a explicar algunas veces cuáles eran los resultados de mi trabajo, porque en general los investigadores que me evaluaban estaban convencidos de que yo hacía alguna especie de aplicación práctica de conocimientos generados por otros. No podían entender el núcleo de la idea: que los indígenas, los campesinos y otras personas sin formación universitaria generan conocimientos teóricos (como base de la generación de técnicas), algo que unos años después comencé a explicar detalladamente. Y que esa generación de conocimientos puede combinarse con la producción de conocimientos teóricos y técnicas característica de las profesiones universitarias occidentales modernas.

Todavía más de doce años después de mi reconocimiento como Investigador por parte del CONICET, en un Concurso para un cargo docente en el Seminario Anual de Investigación del Departamento de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, uno de los tres integrantes del Jurado dictaminó dejar desierto el Concurso (es decir, perdedores a los dos concursantes), porque la otra concursante no tenía antecedentes suficientes y yo no tenía producción en el campo de la antropología básica, sino en el de la aplicación práctica de la antropología. Los otros dos integrantes del Jurado, en cambio, sencillamente pusieron en primer lugar a la otra competidora, aunque uus antecedentes eran notablemente inferiores a los que yo ya había alcanzado, incluyendo una beca post-doctoral de la Comisión Fulbright.

Los que sí entendieron de qué se trataba mi propuesta fueron los jóvenes graduados de diversas disciplinas (antropología, arquitectura, biología), que se incorporaron a mi equipo -junto con algunos ingenieros e ingenieros agrónomos no tan jóvenes-. Y, muy especialmente, la propuesta fue comprendida por los tecnólogos nativos: los campesinos de varias familias de la puna de Jujuy (en la comunidad de Barrancas) y de la Quebrada de Humahuaca (en Tilcara y sus alrededores).

Varios campesinos se incorporaron con entusiasmo al Proyecto. En Barrancas, un pueblo de la puna donde pasaba casi la mitad de mi tiempo, en estadías de diez a quince días-, la comunidad entera estaba participando, de una manera u otra. En pocos años, habíamos diseñado conjuntamente, etre otros dispositivos:

  • cocinas de ladrillos de adobe (barro crudo), uno de los mteriales de construcción básicos de la tecnología constructiva tradicional de la región;
  • techos con los materiales tradicionales (cañas, barro), combinados con materiales de la experimentación tecnológica local (grasa, cal) y elementos provenientes del medio industrial (cemento, polietileno);
  • semilleros de cultivos andinos, principalmente maíz, utrilizando como base organizativa el sistema tradicional de cultivo "al partir";
  • arreglos para el mejoramiento de los planteles de llamas, también utilizando la técnica social tradicional de "al partir".
Así, en pocos años, nuestro Equipo de Investigación y Desarrollo Andino, EIDEA, había puesto en marcha -junto con una comunidad campesina puneña y varias familias quebradeñas- una serie de experimentos tecnológicos y socioculturales, que estaban:
  • resolviendo problemas prácticos,
  • dejando una fuerte impronta local y regional,
  • afirmando la identidad de estas poblaciones andinas -y entonces promoviendo la sustentabilidad cultural-
  • usando recursos naturales locales en forma más eficiente -y entonces promoviendo la sustentabilidad económica y ecológica-
  • fortaleciendo la autonomía local en la toma de decisiones -y entonces promoviendo la sustentabilidad social-.
Pero lo más interesante de esos experimentos fue que nos permitieron comprender que los campesinos Coya -y ensguida entendimos que lo mismo sucede con todas las poblaciones de cultura tradicional en el mundo- continuamente diseñan y practican experimentos. Y que así es como funciona la cultura.

Comprendimos que la ciencia es experimental -un atributo que el racionalismo epistemológico atribuye exclusivamente a la ciencia occidental moderna-, porque la cultura es experimental.

Comprendimos que el método experimental es propio de todos los sistemas de conocimiento.

30. Nos vamos a vivir a Tilcara. EIDEA: Equipo de Investigación y Desarrollo Andino


De vuelta en Buenos Aires, seguí las actividades con GIDEA, ganándome la vida con los cursos que estaba dictando. Unos meses después, me llegó la noticia. El CONICET había aprobado mi plan de investigación y, consecuentemente, mi incorporación como Investigador de Carrera, una posición con bastantes más honores que remuneración apropiada para vivir.

Para ser Investigador, el CONICET requiere una institución que acepte ser sede de los trabajos del Investigador. Yo había conseguido la firma del Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Belgrano para tener como sede su Instituto de Planeamiento. Ello implicaba que iba a estar viviendo en Jujuy porque allí iba a realizar mi actividad como antropólogo, pero con sede institucional en Buenos Aires ... lo cual significaba que ni siquiera iba a recibir el adicional remunerativo correspondiente a la zona (en diversas provincias, como Jujuy, se reconocen adicionales en el pago a los investigadores).

Entonces, le pedimos a Daniel González que nos consiguiera un lugar barato para alquilar en Tilcara: en esa época los alquileres eran muy baratos allá. Hoy -con el boom turístico de la Quebrada de Humahuaca y la suba de precios que se ha producido-, sería imposible repetir un esquema como aquél.

Con María preparamos una mudanza que no incluía muebles -excepto, me parece, una vieja heladera-, pero sí colchones, frazadas y sábanas, además de nuestra poco abundante ropa. En Buenos Aires quedaban algunas camas y algún ropero viejo. Despachamos los bultos por tren a Tucumán. Nosotros nos subimos con Pablo y Eva a la Citroneta, con alguna ropa para el viaje y una mañana de marzo de 1983, emprendimos viaje por la Ruta Panamericana, primero con rumbo a Santa Fé. Allí vivía mi hermano Jorge con su esposa Nati y sus tres hijas-.

Pasamos allí una tarde y la noche, y a la mañana siguiente seguimos viaje hasta Santiago del Estero, donde pasamos la noche en la casa de un ingeniero forestal con el cual me había conectado mi amigo Mauricio Prelooker.

Uno de los Cuadernos de EIDEA
A la mañana siguiente, reemprendimos viaje en la Citroneta. Pasamos por Tucumán, donde nos ocupamos de retirar los bultos que habíamos enviado por tren desde Buenos Aires, y reenviarlos como encomienda en camión a Tilcara. Y seguimos viaje. Al atardecer llegamos a Tilcara, a la casa donde vivía Daniel con su esposa Claudia Spione y su hija Natividad (Nati). Pasamos la noche en casa de ellos y al día siguiente nos mudamos a una casita que nos habían conseguido a cien metros del río, enfrente del que entonces era un próspero floricultor, Don Cruz Mendoza, y al lado da la casa del dueño de la propiedad, Rubén Pérez.

Había comenzado una de las etapas más creativas y de satisfactoria vida cotidiana de toda mi vida. En esa época, Tiilcara solamente recibía algunos turistas en verano, especialmente en enero, en sus dos o tres hoteles. Algunos habitantes -aunque realmente pocos- de la élite de San Salvador de Jujuy tenían una casa allí, que utilizaban -ellos y sus amigos- para pasar algunos fines de semana, eventualmente algunos días de las vacaciones de invierno, y una temporada en verano. Además, recibía en verano, pero especialmente en Carnaval, la visita de muchos tilcareños que vivían en San Salvador y en ciudades más al sur. A diferencia de Maimará y Humahuaca, otras dos localidades cercanas de la Quebrada de Humahuaca, Tilcara, como Purmamarca, era todavía un lugar reservado para la gente del lugar. Había entonces muy escasa gente de otros lugares extra-regionales -vivía en Tilcara alguna gente del resto de la Quebrada de Humahuaca, así como algunos nativos de la Puna y algunos bolivianos-. Prácticamente, la presencia permanente de gente nativa de lugares extraños a la región se restringía a los González y nosotros. Peter Edmunds, el hijo de un inglés que había tenido un cargo muy alto en el Ingenio azucarero La Esperanza, en San Pedro de Jujuy, vivía allí desde hacía años, por haberse casado con una jujeña con propiedad en el lugar.

En cuanto llegué a Tilcara, organicé mi equipo. En primer lugar, obviamente, incorporé a Daniel González, que se había recibido de antropólogo hacía algunos años y vivía de su sueldo en la Dirección de Cultura de la Provincia, trabajando primero en el Museo de la Posta de Hornillos (dirigido en esa época por el maravilloso Jorge Staude). Daniel había hecho trabajo de campo conmigo desde hacia dos o tres años, especialmente en el año anterior, mientras seleccionábamos el sitio para el Proyecto de Tecnología Apropiada. Además, incorporé a un arquitecto que vivía en Salvador de Jujuy, Rodolfo Rotondaro, quien estaba trabajando para la Municipalidad haciendo trabajos de rutina. Durante ese año, los ayudé a armar sendos planes para el CONICET, con los cuales cada uno de ellos obtuvo una Beca de Investigación dentro del proyecto. También se incorporaba al proyecto el biólogo Rodolfo Tecchi, quien poco después sería Secretario Académico de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. También lo hacía su entonces esposa, la Geoóloga Graciela Bianchini.

En poco tiempo comenzaron nuestras actividades en Barrancas y en Tilcara, de las cuales hablaré más en detalle en el próximo capítulo.

Para sustentar institucionalmente al proyecto, creamos -sin ninguna formalidad- el Equipo de Investigación y Desarrollo Andino -EIDEA-, donde se incorporaron, además dos ingenieros jujeños, ambos profesores de la Facultad de Ingeniería de la UNJu (Universidad Nacional de Jujuy): Liliana Alemán y Adrián Canelada. Desde EIDEA presentamos la solicitud para -y obtuvimos- la beca de Iniciación en el CONICET de de Daniel Raúl González, dirigido por Rodolfo Merlino y co-dirigido por mí. Lo notable, es que EIDEA tenía mucha existencia real pero casi no tenía existencia formal,si es que tenía alguna. Organizamos eventos, editamos una publicación, hacíamos investigación, teníamos intercambio con investigadores e instituciones de diversos países. Pero nosotros no teníamos dependencia de ninguna  institución ni estábamos inscriptos en ningun registro.

29. La guerra de las Malvinas y la preparación para ir a Jujuy

Cuando llegamos de Brasil hacia fines de 1981, retomamos rápidamente nuestras actividades en GIDEA. Mercedes Viegas, que actuaba como Secretaria del Grupo, había organizado algunas actividades en la sede, incluyendo talleres de Ecología Humana y del Proyecto Aldeas.

También organizamos algunos talleres intensivos, de un día o dos, en mi casa en Pablo Nogués, en relación con el Proyecto Aldeas, junto con la sicóloga Silvia Nakache.

Poco a poco, me tuve que ir ocupando más activamente de mi preparación para presentarme en el Concurso del CONICET.

Pero en el medio de todo esto, tuve tiempo para retomar las preocupaciones políticas. Luego de varios años de durísima represión, donde solamente se escuchaban las voces contestatarias y denunciantes de las Madres de Plaza de Mayo, y las voces metafóricas (pero no por eso menos valientes) del mundo del rock'n roll, especialmente el notable Charly García, quien un más de un año antes había presentado en público y grabado la Canción de Alicia en el País. Era una inteligente y poderosa denuncia de lo que estaba pasando en Argentina en los años de la dictadura militar y del terrorismo de Estado.

El 31 de marzo de 1982, el dirigente gremial peronista Saúl Ubaldini convocó a un acto en Plaza de Mayo, con la consigna "Paz, Pan y Trabajo". Allí fui, con algunos amigos. La policía reprimió con brutalidad y hubo un muerto y diez heridos. Había comenzado la cuenta regresiva de la dictadura.

Al día siguiente, yo estaba viajando a Jujuy. Tenía que elegir el sitio de la Puna donde iba a hacer mi trabajo de campo en el marco del proyecto que estaba preparando para el CONICET. El 2 de abril (mi cumpleaños), Daniel González -que se había mudado a Jujuy unos meses antes-, me estaba esperando. Fuimos a pasear por la ciudad y a buscar cómo viajar a la Puna. Mientras tratábamos de conseguir un vehículo apropiado, nos enteramos de la noticia. Galtieri había comenzado la guerra de las Malvinas, tratando de generar un hecho que evitara el deterioro político de la dictadura. No pudo evitarlo: al contrario, lo agravó con la derrota. La derrota de Argentina en la guerra fue el triunfo de Gran Bretaña, cuya Primera Ministra, Margaret Thatcher, la "Dama de Hierro", consiguió con la euforia del triunfo revertir el fuerte deterioro que estaba sufriendo su imagen entre sus ciudadanos. Al año siguiente, gracias a este repunte de su popularidad, triunfaría rotundamente en las elecciones. Y ello le permitiría aplicar un programa de mano dura, con recetas económicas neoliberales, incluyendo privatización de empresas estatales, eliminación de programas de ayuda social. Para imponerlo, tuvo que acudir a una fortísima represión de una huelga de mineros, a consecuencia de la cual, miles de trabajadores resultaron heridos por la policía.

Yo estaba en Jujuy gracias a una invitación que la Sociedad de Arquitectos de la Provincia (que luego se convertiría en Consejo Profesional de Arquitectos) realizara a Rubén Pesci -con quien yo estaba colaborando desde hacía un año- para dar una serie de conferencias. Rubén me invitó a darlas con él, y allí estábamos.

Luego de las conferencias, salí con Daniel para la Puna. Estuvimos viajando durante diez días. Fuimos a tres lugares: Yavi, Paicone y Barrancas, que habíamos pre-seleccionado tratando de cubrir una gama espacial y de situaciones locales lo más amplia posible.

Al final del viaje, en base a un análisis comparativo de los tres sitios y a la sensibilidad que nos había despertado la relación con cada lugar y su gente, decidimos que el sitio para la realización del proyecto iba a ser Barrancas, una aldea cuyo nombre oficial era Abdón Castro Tolay.

Durante la estadía en Jujuy, mientras Rubén y yo dábamos el curso sobre Arquitectura y Ambiente, conocimos a un joven arquitecto, que iba a colaborar estrechamente conmigo durante varios años: Rodolfo Rotondaro. Rodolfo, además de sumarse al proyecto de Tecnología Apropiada en la Puna, preparó un nuevo curso para Rubén y yo, que se iba a dar varios meses después.

Para el nuevo curso, con Rubén decidimos incorporar también a un ecólogo. Yo propuse (y Rubén aceptó) a Rodolfo Tecchi -a quien había conocido e incorporado a varias actividades durante mi paso por la Universidad del Salvador-, quien también se incorporó al nuevo equipo. Se estaba armando el equipo interdisciplinario -que el año siguiente llamaríamos EIDEA- que tuvo a su cargo la ejecución del proyecto que el CONICET me aprobaría unos meses después.

28. Una relación fuerte: Rubén Pesci y CEPA

Unos meses antes del viaje a Brasil que relaté en los dos textos anteriores -y donde conocí a Amílcar Herrera-, conocí a y trabajé junto con otra de las personas que más influyeron en mi carrera profesional. Me refiero al arquitecto Rubén Pesci, quien en ese momento estaba festejando el quinto aniversario de CEPA (Centro de Estudios y Proyectos Ambientales), un grupo que él había fundado en La Plata junto con otros tres platenses: Omar Accatoli, Antonio Rossi e Iván Reimondi.

Un año antes, yo había conocido a otra arquitecta platense, Teresita Núñez, quien estaba asistiendo a uno de los cursos de posgrado -Ecología Humana o Ecología Urbana- que yo organizaba en la Universidad del Salvador. Teresita me dijo que yo tenía que conocer a Rubén y me llevó a verlo a la Universidad de Belgrano, donde él estaba dirigiendo una Carrera de Posgrado en Proyectación Ambiental. La idea de Rubén, que me pareció -y me sigue pareciendo- brillante, tal cual la expresaba en ese curso y más adelante la plasmó con mayor vigor en FLACAM (Facultad Latino Americana de Ciencias Ambientales), era formar profesionales del proyecto (ambiental no como cualidad agregada, sino como cualidad necesaria en todo proyecto), a través de la formulación y seguimiento real de proyectos.

Rubén sostenía la necesidad de un saber transdisciplinario, una idea que me resultó completamente seductora y me incorporé como antropólogo al Curso de Proyectación Ambiental y a varios proyectos de CEPA. Esta relación fue muy fuerte durante los años 1991 y 1992. Mi mudanza posterior a Jujuy convirtió esta relación en un vínculo a distancia, pero no así menos intenso. Cada vez que había un encuentro organizado por Rubén (como las Jornadas de Proyectación Ambiental y los Congresos -primero Argentino y luego Latinoamericano- del Ambiente), yo estaba invitado, participando habitualmente como coordinadosr de alguna comisión de trabajo. En esos encuentros participaban también algunas personas con quienes mantuve en esa época o más adelante, importantes relaciones en el camino de la producción de conocimientos. Entre ellos, recuerdo con especial afecto al arquitecto Arturo Montagú, la geógrafa Elena Chiozza y los ecólogos Jorge Morello y Nora Prudkin.

Rubén fue, además quien, mientras yo estaba viviendo en Tilcara, en 1983-1984, me puso en contacto con el equipo de Reservas de Biósfera del MAB (Man and the Biosphere Programme) de la UNESCO, en cuyo marco se organizó el proyecto colaborativo con Chile y se diseñó lo que luego sería Reserva de Biósfera de Pozuelos, de las que hablaré más adelante.

¿Qué quiere decir "autobiografía autorizada"?

Lo de "autorizada" quiere decir que el Mario Rabey biografiado autoriza al Mario Rabey autor a publicar todo lo que éste dice. De ninguna manera el biografiado se hace responsable por lo que dice el autor. En cuanto a lo que se dice de otras personas, no podemos dar (ni el biografiado ni el autor) ninguna seguridad de estar diciendo la "verdad". Es la escritura de recuerdos personales. De todos modos, cualquiera que quiera dejar de ser mencionado, que cambiemos lo que se dice, que agreguemos otras cosas, en fin, que modifiquemos los "hechos" aquí presentados, puede dejarnos un comentario al respecto.

Mario Rabey y Mario Rabey


Datos personales

Mi foto
El menor de los cuatro hijos de Benito Rabey y Dora Loyber, nací el 2 de abril de 1949. Trabajé desde los 16 años: asistente en un estudio jurídico (1966-1967), gerente de un grupo de industrias culturales –Manal, Mandioca, Mano Editora, Mambo Show- (1968-1970); artesano (1971-1972). Estudié Antropología en la Universidad de Buenos Aires (1972-1976); he sido docente e investigador universitario -desde ayudante de segunda hasta profesor titular, en diversas Universidades de Argentina y del extranjero, profesor de cursos de postgrado sobre ecología humana, evolución, multiculturalismo y estudios latinoamericanos, investigador científico , consultor en proyectos de organizaciones internacionales, nacionales, empresariales y sin fines de lucro. Formación Postdoctoral: Universidad de Texas en Austin - Comisión Fulbright (1990). Padre de cinco hijos: Pablo (34), Eva (32), Adriana (28), Lucía (26) y Nahuel (12).