(contra)memorias, por mario rabey


más de cuarenta años de construcción cultural de la Civilización, contra una Civilización que destruye y se destruye


contracultura es la reacción de las culturas

Otras historias

4. Los hippies reprimidos por la dictadura de Onganía


Integrantes de FAEDA en una mesa redonda con hippies en Primera Plana

Un día, en ese fin de 1967 en que acampábamos en Valeria del Mar, varios de los hippies nos fuimos a Villa Gesell. En esa época, la actual ruta interbalnearia era una huella de arena con ripio encima para que los autos no se quedaran encajados. Era de tarde, y la policía nos paró por la calle. Eramos sencillamente un grupo de chicos muy jóvenes (me parece que en ese paseo no iba con nosotros ninguna chica), casi todos con el pelo largo, la mayoría con barba y vestidos con las ropas más coloridas que habíamos podido conseguir. Debíamos estar bastante limpios porque nos bañábamos y lavábamos la ropa mucho en el mar; aunque supongo que no teníamos una pinta demasiado prolija, para los estándares de la época.

De repente, algunos policías nos pararon y, directamente nos llevaron a la comisaría, sin decirnos nada. Cuando llegamos, pregunté a un oficial por qué nos habían detenido. Me contestó "porque Don Carlos no quiere hippies en la Villa". Supuse que se refería a Don Carlos Gesell, el en ese entonces un poco mítico creador del balneario. No me pareció demasiado verosímil que "Don Carlos" se ocupara de esas cosas, pero no tuve oportunidad de verificarlo. No nos dieron demasiada importancia, y nos dejaron en un calabozo, donde recuerdo que hacía bastante frío. Otros presos nos prestaron unos diarios para acostarnos encima, explicándonos que el papel aísla del frío. Durante la noche, algunos polícías nos despertaron y nos dijerom que nos iban a llevar afuera de Gesell, porque éramos indeseables. Aunque no les habíamos dicho dónde estábamos acampando, ellos sabían: nos subieron a dos jeeps y nos llevaron por el camino hasta cerca de Valeria. Allí nos hicieron bajar y se fueron. Nos pusimos a caminar, buscando la entrada a Valeria. Repentinamente, llegó un Ford Falcon, estoy casi seguro que sin patente y, en mi recuerdo, verde. Varios hombres (creo que cuatro), se bajaron, nos gopearon, nos agarraron a varios y nos cortaron el pelo. Estábamos muy asustados y doloridos. De ninguna manera estábamos preparados para esa situación. Yo pensé que también nos podían matar, porque eran muy fuertes, mucho más fuertes que nosotros, y con una voluntad de pegar que nosotros no teníamos en lo más mínimo. Por el contrario, nosotros éramos activistas de la no violencia.

En cuanto pudimos zafar, empezamos a correr por los médanos. Al principio nos seguían. No me detuve a mirar para atras, pero estaba seguro que nosotros corríamos más rápido que nuestros perseguidores. Cuando llegamos a nuestro campamento, desarmamos todo y nos fuimos.

Un amigo y yo nos fuimos al camping de Ostende, donde nos encontramos acampando con otro muchacho, que era artesano del metal. Tenía bastantes herramientas y algo de cuero. Y nos quedamos con él haciendo artesanías, que vendíamos en Ostende y Pinamar, durante el resto del verano. Ya en marzo de 1968, volví a mi casa en el departamento de la Avenida Callao.

Allí nos seguíamos encontrando varios hippies, que deambulábamos también por distintos bares, especialmente de Corrientes, hasta la mañana, en que íbamos a dormir a distintos lugares, especialmente a mi casa.

En esos días, nos hicieron dos reportajes. Uno en la revista Así. El otro fue una mesa redonda en la revista Primera Plana, donde participamos cuatro hippies -Tanguito, Rafael López Sánchez, Javier Arroyuelo y yo, Mario Rabey-, quienes sostuvimos un fuerte debate con varios integrantes de FAEDA (Federación Argentina de Entidades Democráticas Anticomunistas). Mágicas Ruinas reproduce el artículo y las fotos que lo ilustran. Y que ilustran este capítulo de mi autobiografía.




3- Los náufragos de Plaza San Martín: hippies en Argentina

En esa época, mi casa era un buen lugar para estar. Mis viejos no se llevaban demasiado bien (o no se llevaban en absoluto), pero yo me llevaba muy bien con los dos, que eran grandes personas. Mi viejo, Benito, tenía una paciencia de santo. Y la vieja, bueno, eran palabras mayores. Se llamaba Dora Loyber, y mis amigos le decían “Dorita”. Cocinaba para todos, se bancaba la pequeña multitud, la música, las extravagancias de nuestro grupo de jóvenes intelectuales desprejuiciados y librepensadores.

Voy a presentar a algunos de los personajes.

Éramos muy amigos con Pedro Pujó, que había terminado el Colegio el mismo año que yo, su padre también era abogado y con él habíamos empezado a estudiar juntos abogacía. Pedro era un tipo muy creativo. Había sido uno de los integrantes de una revista estudiantil muy talentosa, Esta Generación. Para la época en que la incomodidad me hizo abandonar abogacía, Pedro también se estaba yendo a otro lado.

Rafael López Sánchez, un amigo de otra división del Colegio, se había quedado libre en el '65 por faltas en quinto año (el Nacional Buenos Aires tiene un plan de estudios de seis años). Yo decidí quedarme libre con él, para preparar juntos los exámenes (y, de paso, no ir al Colegio unos meses). Me puse a estudiar como loco, y aprobé todos los exámenes, así que al año siguiente entré normalmente a sexto año, hasta terminar. Rafael no tenía demasiado interés en terminar el Cole, y mucho menos en estudiar. Así que pese a mi compañía, él no estudiaba demasiado y al año siguiente se fue a terminar sus estudios secundarios a otro lado. Igual nos seguimos viendo durante el '66.

Javier Arroyuelo (que creo que para entonces había abandonado el Colegio, donde iba unos años después que nosotros), también participaba del grupo que hacía Esta Generación, donde también actuaban otros compañeros de Colegio con los cuales no era tan amigo –recuerdo especialmente a Enrique Banfi, que estaba en mi división, y a Jaime Potenze-. Javier venía mucho a casa y Dorita lo llamaba cariñosamente “el menor”.

Todos ellos, y algunos más, como Vera Gerchunoff, Norberto Pereyra, Sergio Wainer, Alberto Hick, Marta Marckman, y otros y otras de los cuales no me acuerdo demasiado, pasaban bastante tiempo en casa y, a veces, en el estudio de mi viejo, en Lavalle y Montevideo, donde a veces nos íbamos a charlar hasta la madrugada.

Esto sucedía en 1966, cuando yo estaba cursando sexto año del Colegio y en 1967, mientras estudiaba abogacía, hasta mediados de año. Ahí aparecieron otros personajes. No me acuerdo bien cómo, pero me hice amigo de Pipo Lernoud, el autor de Ayer Nomás, el tema que acompañaba a La balsa, la legendaria canción de Tanguito, en el primer simple de Los Gatos. El tema de Pipo dice:
Ayer nomás
en el Colegio me enseñaron
que este país
es grande y tiene libertad.
Ayer nomás,mis familiares me decían
que hoy hay que tener
dinero para ser feliz.
Hoy desperté,
salí a la calle y vi la gente,
ya todo es gris y sin sentido,
la gente vive sin creer.

Al mismo tiempo que Pipo, aparecieron en mi vida Tanguito, Miguel Abuelo, Moris, Diana Divaga -la del tema de Miguel-. Después, la Negra Renée, Silvia Washington, Javier Martínez, Graciela Dellepiane, Ricardo Mosner, y tantos otros.

Yo había mudado mis estudios a la carrera de Filosofía. Ahí duré menos que en Abogacía. Estaba cursando la primera materia, Introducción a la Filosofía, y en una de las primeras clases el docente (un ayudante de trabajos prácticos), comenzó con el consabido cuentito de los primeros filósofos, los presocráticos. Yo pregunté: ¿por qué solamente griegos?, ¿y qué con la India, con China? El docente me dijo que en esas Civilizaciones no había filósofos, que eso era Religión. Yo no estuve de acuerdo: le contesté algo así como que Lao Tze, Confucio, Buda, eran al menos tan filósofos como Heráclito y Parménides, y mucho más filósofos que Tales, Anaxímenes y Anaximandro. Pero no tuve éxito en el debate y debí abandonar mis incipientes estudios, sin abandonar mi punto de vista, que mantengo - a ese respecto- con pocas alteraciones hasta ahora.

Entonces, empezó, en agosto-septiembre de 1967, un período de importante filosofar. El período de naufragar de noche en la calle, en los bares (el primer naufragio fue en La Perla del Once, en cuyo baño Tanguito había compuesto La Balsa), después vinieron La Giralda, el Colombiano, El Castelar), en las plazas, en mi casa y en la de Pipo (que tenía también una gran madre, Mabel, que todavía vive y con quien me encontré a conversar y mirarnos a los ojos y tocarnos las manos hace unos días en el cumpleaños número 60 de Pipo).

Naufragar, como en La balsa
(con mi balsa yo me iré
a naufragar).

Un día, con Pipo, poeta y filósofo, y otros amigos, se nos ocurrió juntarnos en Plaza San Martín el 21 de septiembre (ver Marcelo Fernández Bitar, Historia del Rock en Argentina).

Allí estuvimos. Ese día éramos muchos Éramos los hippies, como nos llamó el periodismo. Era primavera y las noches estaban más tibias, y empezamos a naufragar en Plaza Francia y Plaza San Martín. Los tiempos de amor y paz en la Argentina de Onganía. En la foto (me la mandó Pedro Pujó), Diana me pinta en un día de la primavera de 1966.

A fines de 1967, los hippies empezamos a ser reprimidos por la policía y atacados desde varios medios de comunicación masiva. Una nota del semanario Primera Plana de febrero de 1968 presentó una buena reseña sobre el tema.
En enero de 1968, un grupo de hippies nos fuimos a Valeria del Mar. En ese momento, Valeria era una forestación en las dunas, entre Cariló y Pinamar, y todavía no había casi nada más que arena, plantas de esas de fijar dunas, árboles creciendo. Había mucha leña, no me acuerdo de dónde sacábamos agua, no sé quién llevaba comida para cocinar, ni quién llevó carpas, pero allí nos juntamos un grupo numeroso de hippies (seríamos unos veinte), leíamos a Krishnamurti (especialmente La verdad primera y última), cantábamos, conversábamos, nos bañábamos en el mar y, básicamente, sentíamos.
Breve bibliografía del gurú hippie:
Krishnamurti, La verdad primera y última
Marcuse, El hombre unidimensional
Fromm, El arte de amar y El miedo a la libertad


Continuar leyendo:
4. Los hippies reprimidos por la dictadura de Onganía 

2. La escuela secundaria: El Nacional Buenos Aires

Algunas de mis compañeras en el Colegio.
A la derecha de la foto, Mirta

La escuela secundaria la hice en el Colegio Nacional de Buenos Aires y la pasé fantástico, sobre todo porque tenía un muy buen amigo con el cual compartíamos el gusto por el cine. Desde tercer año, una o dos veces a la semana entrábamos al colegio, decíamos presente y nos volvíamos afuera, para ir a un cine de la Avenida Corrientes, el extraordinario Lorraine, donde veíamos todas las películas de Fellini, Antonioni, Visconti, Goddard, Resnais y Bergman, por lo menos. Como éramos la segunda camada del Colegio con aulas de varones junto con mujeres (había también otros gustos, pero con menos publicidad que los dos clásicos), recuerdo algunos amores. En la foto, tomada cuando estábamos en sexto año, algunas de mis compañeras de división. Las tres primeras son Eleonora Baffigi, Isabel Briuolo (hoy en México) y María Laura Eandi (vive en España). Las dos de la derecha ya no están más entre nosotros: Silvia Lener, que unos diez años después fue la neonatóloga que atendió a mi primer hijo, Pablo; y mi querida amiga Mirta Cancela, que vivía en Valentín Alsina, en la calle Jean Jaurés. Una vez que la fui a visitar, bajé del colectivo y pregunté por la calle, pronunciando "Yan Yogué" (comme il faut), varias veces, sin éxito, hasta que una señora me dijo: "Jeán Jaures, dirá" (pronunciado exactamente como está escrito). La calle era la de la esquina donde estaba preguntando.

Muchos años después me enteré que Mirta había sido víctima del terrorismo de estado de los '70.

Me gustaba mucho la política. En 1962 yo era un ferviente admirador de Fidel Castro y recuerdo con verdadera ternura cómo un entonces compañero (de Colegio y por seis años), quien pocos años más tarde se hiciera famoso como creador y líder de la organización Montoneros, escenificó un "bloqueo" a mi persona (y básicamente a mi cuerpo), secundado por dos o tres más, en una informadísima alusión al bloqueo norteamericano a Cuba durante la crisis de los misiles. En el mismo año, unos meses después, me encontré incorporado a uno de los primeros partidos maoístas de la Argentina, un desprendimiento del Partido Socialista Argentino de Vanguardia, que a su vez era un desprendimiento del Partido Socialista Argentino, que a su vez provenía de una escisión del viejo Partido Socialista. Allí leíamos con mucha atención textos de Mao Ze Dong (cuando todavía se escribía Mao Tse Tung). En esta aventura y en la siguiente, me encontré acompañado por mi entrañable amigo Daniel Chango Illanes,  académico y principal dirigente de la izquierda en la Provincia de San Juan, Argentina hasta su fallecimiento en el 2012.

Al año siguiente, me incorporé a Praxis, un extraordinariamente inteligente (y pequeño) grupo de post-trotskystas orientados por ese gigantesco pensador que fue Silvio Frondizi. Allí militaba entre otros el actualmente dirigente neo-trotzkysta Jorge Altamira. De allí nos fuimos, un poco después, unos pocos de los no muchos que éramos en Praxis, y fundamos un espacio (como se dice ahora) llamado 3MH (Tercer Movimiento Histórico). Me tocó actuar en su agrupación juvenil llamada LARJA (Liga de Acción Revolucionaria de la Joven Argentina), en una algo cacofónica alusión a FORJA, la agrupación radical que ingresó y tuvo un papel destacadísimo en el peronismo del 45, un papel que nosotros queríamos emular en la conformación del nuevo movimiento histórico que visionábamos, veinte años antes que lo hiciera Alfonsín, y cuarenta años antes que lo realizaran (sin decirlo) los Kirchner. Y con mis quince años de edad, me tocó un papel destacado: yo era el responsable de AgitProp, nombre tomado, un poco juguetonamente, del acrónimo de Agitación y Propaganda -Agitatsii i Propagandy- acuñado a principios del siglo XX por Jorge Plejánov en Rusia.

En ese papel, y mientras las chicas se dedicaban a un grupo de estudios sobre "El Segundo Sexo" de Simone de Beauvoir (uno de mis compañeros de entonces sostenía que eso era para que todos tuviéramos mejor sexo), yo organicé algunas actividades. De ellas recuerdo especialmente una en la que debíamos pintar con alquitrán en varios paredones "Vandor se quemó, el pueblo por su lado" (yo no me acordaba con exactitud el texto, así que pintamos "... el pueblo se va solo"), firmado "3MH". Más allá del carácter esotérico -y en cierto modo precursor- de la pintada, me llama la atención la audacia que teníamos, en semi-soledad, de ponernos a confrontar, en las paredes de la ciudad, con un señor tan poderoso como era entonces el "Lobo" Vandor. De todos modos, la audacia no tuvo efectos mayores que caer presos (eran tiempos del Presidente Illia) y recibir unos cuantos sopapos de un sargento gordo que a mí me pareció muy grande de tamaño. Algunos integrantes de 3MH (todos ellos provenientes de Praxis) que recuerdo de aquella época son: Jorge Castro, Jorge Bolívar, José Roberto y José Ricardo (Pepe) Elischev, Rolando (Lani) Hanglin, los hermanos Lewinger (uno de ellos, luego fundador de las FAR junto con el Negro Quieto); Rubén Caletti, Pascual Albanese.

Al año siguiente, ya en 1966, junto con un pequeño puñado de compañeros -el resto de los cuales luego crearían Montoneros-, fundamos la Juventud Peronista del Colegio, fuertemente influenciados por dos curas: Alberto Carbone y Carlos Mujica. Unos meses después, fue el golpe de Onganía, con el cual empezó una dictadura militar de varios años y marcó el fin de mi primer romance con la política. ¿Qué pasó? Unos días después del golpe, uno de mis compañeros "peronistas" del Colegio -más tarde dirigente Montonero- me busca y me dice, "vamos a Exactas" (la Facultad de Ciencias Exactas quedaba entonces a la vuelta del Colegio Nacional), me explica que había que echar a los estudiantes y profesores que tomaban la Facultad, en contra de Onganía. No estuve de acuerdo y no fui, y poco después me enteraba que los estudiantes y profesores habían sido expulsados a garrotazos por la Policía.

También estudiaba, y mucho, que fue la única manera en que se podía completar los estudios en un Colegio Secundario realmente muy exigente. Entonces, al terminar, como casi todos mis compañeros, enfilé rumbo a la Universidad. Elegí estudiar abogacía, como mi viejo y mi hermana, con la idea de luego estudiar Administración de Empresas y finalmente convertirme en alto ejecutivo de una corporación. Para eso, me puse un traje con saco de cuatro botones y chaleco -el único traje a medida que tuve en mi vida- y empecé a ir a la Facultad de Derecho. Era el año 1967. En un cuatrimestre aprobé tres materias. Al terminar de rendir la tercera de ellas, Derecho Político, el Profesor Adjunto me felicitó por la excelente exposición que había presentado en mi examen. Le contesté que no podía aceptar la felicitación, porque siendo que la materia tenía como contenido básico los fundamentos de un Estado de Derecho, él mismo no estaba políticamente habilitado para felicitar a nadie: se llamaba Mariano Grondona y había sido uno de los preparadores ideológico-comunicacionales del golpe de Onganía, desde los artículos que él escribía en la revista Primera Plana.

Hasta ahí llegó mi proyecto de convertirme en directivo de una gran empresa. Y allí comienza otra historia.

Continuar leyendo:
3- Los náufragos de Plaza San Martín: hippies en Argentina 

1. Los tiempos de la escuela primaria

Nací en Buenos Aires en 1949 y me crié en el centro de la ciudad, en un departamento en Callao y Lavalle, donde vivía con mi papá Benito, mi mamá Dorita Loyber y mis hermanos Laura (que me llevaba doce años, Eduardo (me llevaba diez) y Jorge (seis años mayor que yo). Mi primera escuela primaria, donde fui a los seis y siete años, quedaba en la misma cuadra que mi casa. Era una Escuela Normal (tenía primaria y secundaria, y de la secundaria en esa época las chicas salían con título de Maestra de Escuela Primaria), y en los dos primeros grados se admitía varones, en una época en que la educación mixta era una rareza.

La segunda escuela era un edificio que imitaba la arquitectura de un templo griego y que desde mi altura de entonces me parecía enorme. Todavía hoy me parece muy alto. Al lado de la escuela, calle por medio está el Teatro Colón. Cruzando otra calle, hay una magnífica plaza con tres manzanas de superficie.

Cuando trato de recordar esa época, me vienen a la memoria dos escenas:



  • El día que nos dijeron que teníamos conducta deficiente a causa de nuestra inventiva
Cuando hacía segundo grado (en esa época, se lo llamaba "primero superior"), un grupo de chicos y chicas inventamos un juego para el recreo donde los chicos perseguíamos a las chicas y teníamos que atraparlas. Recuerdo que era muy divertido. Al poco tiempo, la maestra y la directora nos buscaron por el patio, nos atraparon a nosotros y nos llevaron al aula. Allí, nos pusieron al frente, nos sermonearon algo que no recuerdo, y nos dijeron (y les dijeron a nuestros compañeros/as) que íbamos a tener "conducta deficiente" en el Boletín. Recuerdo que entendí que eso era algo muy malo, porque las calificaciones a la conducta eran "muy buena", "buena", "regular" y "mala". También recuerdo haber sentido una mezcla de verguüenza y sentimiento de ser objeto de una injusticia.

  • Unos nazis de la infancia
Este es un recuerdo de unos años después (yo tendría unos once años). Yo iba a jugar a la pelota a la plaza de enfrente de la escuela -y a veces, los fines de semana, a las plazoletas cerca de la entonces Costanera Norte), con un grupo de compañeros. Uno de ellos estaba en Tacuara, una organización juvenil bastante nazi de esa época (el nombre completo era "Movimiento Nacionalista Tacuara"), que era claramente antisemita. Otro de los amigos era judío, como yo. ¡Un día también entró en Tacuara! Y lean esto: mien tras que el primero (el no judío), no sobreactuaba para nada, el segundo (el judío), cuando se hizo de Tacuara empezó a poner cara de nazi. Cuando terminé la primaria, a fines de ese año, dejé de verlos y nunca más supe de ellos.

Continuar leyendo:
2. La escuela secundaria: El Nacional Buenos Aires

¿Qué quiere decir "autobiografía autorizada"?

Lo de "autorizada" quiere decir que el Mario Rabey biografiado autoriza al Mario Rabey autor a publicar todo lo que éste dice. De ninguna manera el biografiado se hace responsable por lo que dice el autor. En cuanto a lo que se dice de otras personas, no podemos dar (ni el biografiado ni el autor) ninguna seguridad de estar diciendo la "verdad". Es la escritura de recuerdos personales. De todos modos, cualquiera que quiera dejar de ser mencionado, que cambiemos lo que se dice, que agreguemos otras cosas, en fin, que modifiquemos los "hechos" aquí presentados, puede dejarnos un comentario al respecto.

Mario Rabey y Mario Rabey


Datos personales

Mi foto
El menor de los cuatro hijos de Benito Rabey y Dora Loyber, nací el 2 de abril de 1949. Trabajé desde los 16 años: asistente en un estudio jurídico (1966-1967), gerente de un grupo de industrias culturales –Manal, Mandioca, Mano Editora, Mambo Show- (1968-1970); artesano (1971-1972). Estudié Antropología en la Universidad de Buenos Aires (1972-1976); he sido docente e investigador universitario -desde ayudante de segunda hasta profesor titular, en diversas Universidades de Argentina y del extranjero, profesor de cursos de postgrado sobre ecología humana, evolución, multiculturalismo y estudios latinoamericanos, investigador científico , consultor en proyectos de organizaciones internacionales, nacionales, empresariales y sin fines de lucro. Formación Postdoctoral: Universidad de Texas en Austin - Comisión Fulbright (1990). Padre de cinco hijos: Pablo (34), Eva (32), Adriana (28), Lucía (26) y Nahuel (12).